lunes, 24 de mayo de 2010

Nadie a mi lado

Al despertar pienso en los hijos que pensaba tener a tu lado. No sé ni cómo pude llegar a pensar que eso sería posible. ¿Os lo podéis imaginar? Claro que no. Veo unos niños pequeños que corren por el parque cogidos de la mano, me apresuro para cogerlos antes de que se caigan. Temo por ellos. Me despierto. Era un sueño. Eran los niños de otros. Me despierto, y estás a mi lado. Nadie más. Nadie. Decir a mi lado es ya decir mucho. En realidad, ahora, no hay nadie a mi lado. Lo peor es que nunca lo hubo, incluso cuando entrabas dentro de mí jadeando casi sin esfuerzo, cansado por nada. Nada. Sólo era un receptáculo cómodo para tus deseos. Podéis imaginaros.

Juegos de invierno

No pudo ser. Ya sabes que no pudo ser. No pudiste dejar a un lado la necesidad de controlarlo todo. Todo. A todos. También a mí. No supiste dejar que alguien entrara en tu interior, que conociera tus debilidades. No. No pudiste, ni podías. No pudo. Todos lo sabéis. Siempre la puerta cerrada, las indiferencia, la frialdad, el corazón de hielo. Nieve en las venas. Todos conocéis la incapacidad de amar. Me sentía indefensa y abandonada a los elementos, como si estuviera viviendo a la intemperie y no tuviera nadie a mi lado. Porque, tú, amor mío, no eras nadie, apenas una ausencia, Físicamente no estaba muy cansada, por lo que no podía parar de pensar. No podía dormir. Y no podía parar de pensar. Pensar en cómo llegar a ti, en cómo hacerte salir. No había salida. No había entrada. Todos lo sabéis. Nunca la hay cuando el amor dicta sentencia.

jueves, 20 de mayo de 2010

Prefiero no recordar

Ayer creo que te ví. Sí, estoy segura de que eras tú. No, no lo eras. Así pues, estáis viendo que no estoy bien. Sí que estoy bien. No podéis saberlo, no podéis saber nada. No es que me vuelva loca, otra vez loca. Loca. Loca estuve por tí. No volveré a estarlo. Nunca. Te veo por todas partes para recordarme que no quiero verte nunca más. Para olvidarte. Para recordarme que lo mejor es olvidarte. Que lo mejor es el olvido. No te veré más. No te veré más. Lo repetiré las veces que haga falta. Ante quien haga falta. No te veré más.

viernes, 14 de mayo de 2010

Frío y ausente

Muchas veces quise golpearte, te habría golpeado, ¿llegué a golpearte?, para ver si había algo o alguien dentro. Le habría golpeado. Medio aturdida estiraba la mano y tocaba algo frío. Por la noche, entre las sabanas, por el día, al despertar, mientras tomabas el desayuno sin apenas mirarme a los ojos. ¿En qué pensabas? Era algo frío y áspero. Eras algo frío y áspero. Una resistencia a mis caricias, una pared, una ventana gélida. ¿Dónde estaba el fuego? ¿Cómo podía seguir funcionando ese cuerpo que deseaba, si de él no emanaba ningún calor? No le hacía falta, había aprendido a funcionar sin calor, de forma automática, masticando el aire. A mi sí me hacía falta, y como el aire, pero no para masticarlo, sino para sentirme viva.

Muchas veces quise golpearte, hasta tres veces me levanté para cerciorarme de que realmente existías, de que no eras un fantasma, de que enfrente mío todo el amor, mi amor, cariño, se había transformado en un puro y duro obstáculo, frío y ausente. Ausente. Que me impedía continuar mi camino. Mi camino. Pensé en que estaba confundida, en que no pasaba nada, que todo era normal. Normal. Pero no. Sabía que no. NO se trataba de eso. Hubiera sido más fácil, mucho más fácil, aceptar que estaba loca que aquella terrible barrera en que te habías convertido. El cuerpo me dolía. La mente me ardía. ¿No os arde también la mente? Es el frío que quema por dentro. Dentro. Dentro.

martes, 11 de mayo de 2010

Tengo miedo

Una tarea cualquiera, escribir, por qué no, una tarea cualquiera para que me libre de mirar a la oscuridad, tinieblas, que me libre de tener miedo. ES verdad: tengo miedo. Tenéis miedo. Y no quiero esperar, aquí en un rincón, bajo las sábanas inmaculadas, a que me alcance y me domine. No. no esperaré. Escribiré hasta que oscurezca, hasta que oscurezca. Este trabajo nuevo me cansará, me adormilará, me cansará, me sanará, o me volverá loca, me sanará. La mañana no me da miedo, no tengo miedo. No tenéis miedo. Pero temo el atardecer que nunca se acaba, nunca,
¿Qué hora es? ¿Y qué más da? Quizá las cuatro de la tarde o de la mañana. No tengo reloj, lo he perdido. Habéis perdido el reloj. ¿Lo sabíais? Aunque hace tiempo que a nadie le es útil, no tiene nada que contar. Un juguete caro, horas perdidas, que nunca daba la hora con exactitud. Mejor así. Poseo un bolígrafo y cinco lápices. Ya sabéis que eso no sirve de nada ahora, que esto no es un papel. ¿Verdad? Escribo con luz sobre la oscuridad de mi corazón y del de los demás. Despertad. Encended el aparato. Apagad. Encended. Desconectad. Haced lo que queráis.

Todavía no me has querido suficiente

Hoy comienzo mi informe. Relataré porque no me has querido suficiente ni podías hacerlo, por qué el no querer se ha transformado en una rutina. Hablo contigo, me escuchas, tanto da si existes o no. Sabes que tu corazón está vacío. ¿Me escucháis? Ni siquiera sé qué día es hoy, ya que durante este invierno pasado perdí algunos días. Tiempo vacío para un corazón vacío. Pero no creo que sea muy importante. Tengo que basarme en notas escuetas, recuerdos, quizá falsos, rumores de mi propia existencia, porque nunca pensé en escribir, nunca, lo juro, fue porque no me habías querido suficiente que empece a escribir y temo que mis recuerdos serán diferentes a cómo las cosas pasaron, especialmente a cómo las viví y las sigo viviendo.

¿Es un relato? Podría serlo, no diré que no, la invención es característica de todos los relatos. ¿Escribo por placer? No de trata de eso, escuchad: escribo para no perder la razón. No hay nadie que piense o decida por mí. Estoy sola por completo, estamos solos por completo. Por completo. Tengo que intentar sobrevivir a los largos y oscuros meses de un tiempo claro. No cuento con que esto sea leído. No sé si siquiera si lo deseo. Quizá, a lo mejor, lo sepa cuando haya terminado, y antes de borrarlo todo. Todo.