domingo, 27 de marzo de 2011

Amor de madre

En algún momento u otro, sí, creedlo, recordaréis. Podéis estar seguros. Recordaréis algunas palabras como alfileres en el corazón. Dentro de un corazón que recuerda. Que siente. Que le cuesta olvidar. No puede. Quizá no quiere. Eso es. Quizá no quiere. Alfileres finos que no matan. Sólo hieren. Punzantes. Recuerdo a mi madre. No quiero recordarla. Recuerdo a mi madre. A mi mamá no le gustaban los huesos. Odiaba mis clavículas. Tan de moda ahora. Se reía de ello. Pareces enferma, decía. Pretendía que engordara. No lo consiguió. A mi mamá no le gustaba el cabello liso. Creía que era mucho más bonito el cabello rizado. Me obligó a hacerme la permanente. Horrible. Qué queréis que os diga. Me quemo el pelo. Muy fino. Demasiado fino. Queme todas las fotos. Recuerdo que las queme. Mi mamá quería casarme con un buen partido. Quería casarme con un tendero. Pobre hombre. Sí, pobre. Todavía lo veo muchas veces en el mercado. En el mercado con su cara de reloj y el tiempo marcado en sus arrugas. No me casé. Mi mamá no podía parar quieta. Histeria. Angustia. No soportaba que los demás no trabajaran o hicieran algo de provecho. No soportaba la felicidad, Adoraba el sufrimiento. Quería sufrir. Quería que los demás sufrieran, Quería que su hija sufriera como ella. Como ella. Recordadlo. Me odiaba. Me quería. Ni ella misma lo sabía. Un día me llamó puta porque me vio despedirme de un chico en el coche. No se lo perdoné. Lo recuerdo. Me odiaba. Me quería. Recordadlo. Hay amores que matan.