sábado, 12 de noviembre de 2011

Se movía demasiado bien

Los chicos son increíbles. Ellos, los chicos, creen que pueden evaluar la experiencia de nosotras en la cama. La suya, se supone, ya sabéis. Si la chica sabe cómo ponerse, mejor todavía, mejor, si sabe cómo moverse, es que no es su primera vez, que ya sabe de qué va la cosa. Parece fantástico, todo va bien, hasta que el chico decide que se mueve demasiado bien, con mucha, mucha soltura, y piensa, piensa que tanta experiencia no es buena, nada buena. No es la primera vez de ella, no, pero tampoco él es primero, no es el primero. Piensa en todos los otros. Los otros chicos. Y sí, chicas, entonces os miran mal. Y olvidad cualquier plan de boda. Olvidad cualquier relación estable. No sois la chica adecuada. No. Todo por moverse demasiado bien. Quizá algunas no nos movemos del todo bien, ni somos gimnastas, no, quizás no. Y qué, tampoco ellos son una maravilla. Qué van a juzgar si la mayoría de veces dan risa, sí, lo siento me dan ganas de reír, o incluso pena. Se lo toman muy en serio. Y no hay para tanto. La gente ya está bastante mal, en la cama mucho más. Lo que llega a salir en la cama. En la cama. Reírse es lo mínimo. Se creen que están en una película. Son los protagonistas. Son guapos. Adorables. Masculinos. Fuertes. Caballerosos. Hasta que se desnudan. Hasta que desnudos nos riegan de arriba a abajo, de la cabeza a los pies como si fuéramos plantas. Qué manía, Qué manía más odiosa la de querer inundarnos. Lo han visto en la tele. Las caras de ellas. Ellas. En la tele. No saben hacer otra cosa. Se creen jardineros en el harén del sultán. Y hablan. Y gritan. Y jadean. E insultan porque queda bien. Al final preguntan que cómo ha ido. Muy bien. La puerta de salida al final del pasillo.