martes, 11 de octubre de 2011

En el coche de papá

Algunas amigas. Amigas, sí, son un poco extrañas. Van hablando como si nada de energías. De que la meditación las deja cono nuevas. De paz. Paz. Son muy espirituales. Para lo que quieren. Porque son capaces de cambiar de tema como si nada. El mismo tono de voz relajado. Ahora no toca la energía. El tema son los coches y los hombres. Para mis amigas un hombre sin coche es sospechoso. Algo le pasa. Lo normal es que a los hombres les gusten los coches. Ya desde pequeños, dicen, es algo que llevan en la sangre. Lo masculino es sinónimo de automóvil. Correr. Dominar. La competición. A un hombre sin coche algo le pasa. Son muy espirituales. O lo que es peor. No es un verdadero hombre. Seguro que vive todavía pegado a las faldas de mamá. Sí, seguro. Qué te juegas. Seguro. ¿Apostamos? Y lo que es peor. No puede llevarlas a ninguna parte. Son muy espirituales. Son muy modernas. Porque es lo que debe ser. Porque un hombre ha de llevarlas a todas partes. A dónde quieran, Que para eso es el hombre. Si no tiene coche que se olvide de ellas. Ya ni se lo miran. Pobre desgraciado. ¿Qué pretende? Pobre infeliz. Infeliz, sí. El coche. El coche da mucho juego. Aparte de un lugar ideal para perder la virginidad. ¿Tú también? Aparte. También es muy útil para hacer símiles. Sobre hombres claros. Coches y hombres. Coches y hombres. ¿Te acuerdas de...? Resulta, te cuento, que no sólo llevaba el equipamiento de serie, qué va, este hombre también llevaba unos cuantos extras. Tenía premio escondido. No era un modelo estándar. Lástima que la cosa acabó de forma accidentada. Muy accidentada. ¿Te acuerdas? Papá siempre me dijo que tuviera cuidado con los coches. Y. Y con las mujeres conductoras. Que eran un peligro. Para peligro las que no conducen. Las que buscan conductores. Después de la meditación. Buscan conductores. Paz. Para ponerse a tono.