lunes, 26 de julio de 2010

Estado febril

Tengo fiebre. Sí, lo sé, no debería tenerla por estas épocas, pero la tengo. Mi cuerpo parece no darse cuenta de que estamos en verano. Tengo fiebre y me duelen las articulaciones. Debería estar en cama, tomar algo. Ponerme a dormir. Descansar. Descansar de todo. En estos casos, ya sabéis, si una está enferma no pasa nada, todo son exageraciones. "Exageras", decías. "Todo tiene que ser dramático", comentabas mientras sonreías con sorna. Sorna. Ahora no exagero. Antes tampoco. En cambio cuando tú estabas enfermo parecía que se acabara el mundo. Nada más importaba. Había que atenderte fuera como fuera. Los demás no importaban. Sólo tú. La enfermedad lo era todo. Reposabas en la cama con cara de víctima. Con cara de tirano. Con cara de manipulador. De chantajista. Me desvivía. Hacía lo que hiciera falta y más. Y... y, rezaba para no estar enferma, para no tener que soportar y... y recordar, recordar, recordar, tu desatención. La falta de escrúpulos. La falta de sensibilidad. Rezaba para olvidar. Para engañarme. Para no recordar quién eras. Qué clase de persona eras. Con olvidar bastaba.

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